Entre y hoy mañana se decide el destino
-incluso la vida o la muerte- de Abu Wa’el Dhiab, porque sus abogados están luchando en una corte federal de Estados Unidos para
que ya no sea obligado a comer mediante una vía que se le inserta en la nariz.
Dhiab, de 43 años, comenzó una huelga de hambre en la prisión de Guantánamo en febrero de 2013; solo la interrumpió a principios de 2014 cuando pensó que se le permitiría retornar con su familia, dijo una de sus abogados, Cori Crider, al diario The Guardian. Crider es también director del grupo inglés Reprieve, que defiende derechos legales y en su momento presentó un recurso para que Dhiab pudiera ser evaluado médicamente de forma independiente, debido a su preocupante estado de salud.
Padre de cuatro hijos, Abu Wa’el Dhiab fue considerado como apto para ser liberado por la administración Obama en 2009, pero aún permanece en Guantánamo a la espera de un país que lo acoja. Ha pasado en ese centro de reclusión más de una década sin haber sido acusado formalmente ni juzgado. El retorno a su país de origen, Siria, se vuelve imposible porque está destruido por una guerra de todos contra todos. Dhiab es uno de los presos de Guantánamo que llegarían a Uruguay tras la aceptación de un acuerdo por el presidente José Mujica.
Nacido en Líbano en 1971, se mudó a Siria con su familia cuando tenía ocho años. La historia de su vida es relatada por el organismo de Derechos Humanos Reprieve (que se dedica a “salvar vidas de la pena de muerte y de Guantánamo”, según se define en su sitio web).
En Siria, Dhiab cumplió con el servicio militar como conductor de ambulancias. Más adelante se estableció como vendedor de ropa y artículos del hogar, pero luego de casado la situación económica empeoró. En junio del año 2000 decidió mudarse con su esposa embarazada y sus hijos a Pakistán. Allí encontró un fuerte sentimiento anti árabe, por lo cual decidió marcharse a Kabul, Afganistán, donde amigos sirios le ayudaron a instalarse. Allí abrió un negocio de importación de comida.
En agosto de 2001 viajó a Peshawar,
Pakistán, para realizarse un tratamiento para su dolor de espalda. Su familia
se quedó en Afganistán. Luego del 11 de setiembre –cuando Estados Unidos
comenzó la persecución de Bin Laden en ese país- Dhiab volvió a Kabul y decidió
dejar el país para instalarse en Pakistán, en la ciudad de Lahore.
Pocos meses después fue arrestado por la
Policía de Pakistán, aunque no se le dio razón para retenerlo. En ese momento
Estados Unidos ofrecía recompensa por árabes que vivieran en Pakistán,
supuestamente con algún tipo de actividad terrorista. Reprieve recuerda en su
sitio web la autobiografía del ex presidente de Pakistán, Muhsarraf, en la que
habla de los “millones de dólares” que él y sus fuerzas de seguridad ganaron al
“vender” extranjeros a los militares estadounidenses.
Dhiab fue trasladado a una prisión de EEUU en Afganistán y de allí siguió hacia Guantánamo Bay. Luego de más de 10 años en ese centro de detención su salud se ha deteriorado y debe usar una silla de ruedas. Según reportes citados por Reprieve, se le ha negado el uso de esta silla y se le ha obligado a alimentarse a la fuerza diariamente, hasta 1.300 veces, según informó el diario Miami Herald.
Dhiab fue trasladado a una prisión de EEUU en Afganistán y de allí siguió hacia Guantánamo Bay. Luego de más de 10 años en ese centro de detención su salud se ha deteriorado y debe usar una silla de ruedas. Según reportes citados por Reprieve, se le ha negado el uso de esta silla y se le ha obligado a alimentarse a la fuerza diariamente, hasta 1.300 veces, según informó el diario Miami Herald.
El 15 de julio de este año, la esposa de
Dhiab escribió una carta que fue publicada por el sitio web
Huffington Post. “La semana pasada abogados de la administración Obama
archivaron una serie de de documentos sobre mi esposo –incluyendo videos en los
que se muestra cómo es obligado a alimentarse en Guantánamo”, explicaba la
mujer en la misiva. “No creo que pueda soportar ver esos videos. Me impacta sin
embargo el hecho de que los ciudadanos de Estados Unidos seguramente nunca
tendrán la oportunidad de ver lo que está pasando”.
Umm Wa'el, ese es el nombre de la esposa
y madre de los cuatro hijos del sirio detenido en Guantánamo, manifiesta su
asombro no solo por el hecho de que los abogados del gobierno de EEUU hayan
intentado esconder estos documentos, sino porque en ellos evitaron cualquier
tipo de referencia a quién es su esposo y por qué había comenzado una huelga de
hambre. “Quiero contarles quién es”, dice la mujer en su carta pública.
Así explica que pasó casi una década
desde que Abu Wa’el “nos fue robado por la fuerza en medio de la noche. Recién
había dado a luz a nuestro cuarto hijo y los demás eran pequeños. Mi marido es
un hombre amable y un gran cocinero. Extraño los platos que aprendió a cocinar
en el restaurante de su padre. No ha cometido ningún crimen, jamás ha sido
acusado. Hace cinco años el presidente Obama le dijo que sería liberado de
Guantánamo”.
La mujer explica que 2014 fue uno de los
peores años para la familia, que debió sobrevivir sin su padre. Habían vuelto a
vivir en Siria pero la guerra civil que azota a ese país los obligó a huir
hacia Líbano y luego a buscar refugio en Turquía. Umm intentó reunirse con su
familia en Jordania, pero cuando llegó a la frontera no se le permitió entrar
en el país y fue sometida a interrogatorios porque su esposo estaba detenido en
Guantánamo.
Finalmente lograron instalarse en
Estambul; “estoy orgullosa de que mis hijos vayan a la escuela y de que las
maestras me digan que ya están poniéndose al día con sus estudios”.
“He tenido que enfrentar todo esto sola.
Hace 13 años que Abu Wa’el está en Guantánamo. Cuando hablo con sus abogados
estadounidenses me doy cuenta de que están conmovidos y asombrados por este
caso. Yo no lo estoy. Era maestra en Siria y el gobierno me encerró dos veces
en el pasado solamente porque mi esposo estaba detenido en Guantánamo, así que
se muy bien lo que pasa cuando la política deja de lado a la ley”.
En el texto la mujer hace también
referencia –aunque sin nombrarlo- a Uruguay, cuando señala que según reportes
de prensa, su esposo y otros seis detenidos de Guantánamo serían reubicados, y
que los “documentos para transferirlos están en el escritorio del secretario de
Defensa”. “He leído estos artículos una y otra vez”, apunta. “Es difícil creer
que nuestra familia realmente está a una firma de vernos nuevamente”.
Con respecto a la decisión de su esposo
de comenzar una huelga de hambre, a pesar de que le había prometido que
volvería con su familia de cualquier manera en que pudiera, Umm Wa'el dice que
lo entiende. “Odio pensar que está haciendo esto. Pero lo entiendo. El resto de
nosotros vivimos seguros y lo esperamos. Hemos tenido que enfrentar demasiado
sufrimiento durante la última década. Es hora de que nuestra familia pueda
reunirse y que podamos empezar a vivir de nuevo”.
“Los niños siempre me preguntan por su
padre. Lloro cuando pienso en que se ha perdido toda su niñez. No pudo besarlos
ni acariciarles el pelo, contarles historias para que coniciliaran el sueño”,
dice la mujer, quien recalca que ninguno de estos datos sobre la vida de su
esposo aparecen en los documentos de gobierno clasificados, donde solamente es
un “peticionario”.
Al final termina diciendo que el público
de Estado Unidos, que se indignó ante las imágenes de Abu Graib, debe también
ver estos videos en los que se fuerza a los prisioneros a comer. “Tienen
derecho a ver estas imágenes y a decidir si aceptan o no lo que se le hace a mi
marido diariamente. Estoy segura de que si se les da la oportunidad verán la
realidad: la simple desesperación de un hombre inocente, recluido sin acusación
ni juicio, que utiliza los únicos medios de los que dispone para poder volver
con su mujer y sus hijos”.
EL OBSERVADOR
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